1º En función de la rutina se programa la fecha como festejo y se debe plantear como conmemoración. Hay que bregar a fin de entender el Bicentenario no es júbilo, sino más que eso, oportunidad de “hacer memoria colectiva”. Eso en primer lugar debe suponer la invitación a pensar que la patria no nace en 1810, sino que la motivación de pertenencia a la dupla terruño-pueblo se plasma no por sucesos -Cabildos Abiertos y luego Juntas, hechos de armas- sino a tavés de procesos durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
2º Eso no significa ignorar ni menospreciar la gesta emancipadora, pero es conveniente insistir que se trató de una Independencia política y no económica. Estuvo también ausente la dimensión cultural. Esa deuda externa y el afán simiesco de imitar a las superpotencias podrían estar indicando –junto con el vasallaje de nuestros estadistas ante Washington- que esa epopeya comenzada en 1810 queda, a poco andar, y hasta hoy, mediatizada.
3º En la esfera sociológica -pese a la gárgara indigenista combinadas con insensata iberofobia- los que imponen la Independencia son elites blancas. Se trata de la insurrección de nietos, bisnietos y tataranietos de los conquistadores los cuales vulneran el juramento de adhesión a Fernando VII. Se autoetiquetan “patriotas”, pero los monarquistas los apodan, por lo indicado, “traidores”. ¿Dónde estaba la plebe mestiza e indígena? ¿Es esta Independencia nacional o es –igual que Sudáfrica premandeliana- una ruptura con Madrid al estilo de la minoría angloboer respecto a Londres? Los indigenudos ¿qué pito tocan en el Bicentenario? Su intervención en el V Centenario se explica, pero ahora ¿qué?
4º Otro asunto ¿hasta qué punto estas jóvenes repúblicas nacidas en torno a 1810 pueden autorrotularse de “naciones”? ¿O contrario sensu son partículas de una nación desmembrada por las guerras de la emancipación y las reyertas de frontera? ¿Qué significan estos “nacionalismos sin nación” que florecen en cada una de esta veintena de Estados? Al respecto se necesita preguntarse ¿cuál es el tamaño de la nación? ¿Somos tal o un fragmento de otra derramada de Tierra del Fuego a la Baja California? Esta es una polémica abierta que rehuyen tanto derichistoides conservadores como termocefálicos marxistas.
5º Ya Andrés Bello y luego Marius André y Laureano Vallenilla Lanz invitan a plantearse el proceso emancipatorio como una gigantesca guerra civil entre hispanos liberales e hispanos absolutistas. Este enfoque es antagónico a aquel, según el cual se trata de una conflagración internacional entre jóvenes naciones del Nuevo Mundo y una antigua nación decadente ubicada al otro lado del Atlántico. Curiosamente, la tesis de la guerra civil empalma con el revisionismo histórico que concibe a nuestra América como nación desmenuzada.
Júzguense estos cinco puntos como una invitación a asumir una postura propia ante el Bicentenario que está ad portas y en cual se debe escuchar nuestro enfoque de nacionales genuinos.
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