Quizás integro la última o penúltima generación de estudiantes de secundaria nutridos de anécdotas que los educadores de entonces denominaban "ejemplificadoras". Hoy se diría "valóricas". Dado el eurocentrismo del aula esa docencia se centraba en el Viejo Mundo, particularmente, en la Edad Antigua y de preferencia en Grecia y Roma.
La epopeya de las Termópilas me retrotraen a aquella época con sus comentarios y lecturas sobre el particular. La disciplina patriótica de los 300 hoplitas que, uno a uno muere en combate, para atajar a la soldadesca de Persia. Aquella inscripción en roca que expresa "Viajero, tu que transitas esta ruta id a Esparta y allí informa que hemos perecido por acatar sus leyes".
Esa otra: a una asamblea panhelénica arriba un mutilado de guerra. Está privado de butaca. Ante el espectáculo la delegación lacedemonia -como obedeciendo a un reflejo condicionado- de golpe,se pone de pie ofreciéndole escaño. Aplaude la bancada de Atenas. En voz alta el veterano expresa: "los atenienses conocen la virtud, pero los espartanos la practican".
Reflexiono sobre la actual enseñanza de la Historia y la siento amputada de este tipo de narraciones que internalizan valores. ¿Habrá arcaica añoranza en lo anotado? ¿O la docencia de las Ciencias Sociales, en efecto, está marchitada? Una genuina reforma educativa ¿no deberá acaso retomar esta didáctica axiológica por cierto basada en nuestro ayer y no en el Viejo Mundo?
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