La reducción de atribuciones disciplinarias de quien enseña ha sido funesta. La permisividad imperante en los planteles convierte a los docentes en "mequetrefes". El caos va desde la demora en imponer un mínimo de orden en el aula hasta la interferencia de apoderados en nuestra labor. Agreguése, el discutir las notas pasando por agresiones verbales y físicas. El respeto al maestro se evalúa como anacrónico. El negocio consiste en "retener al educando al interior del sistema". Obstáculo para esa "democrática" meta es el rigor académico. La Reforma -aquella de García Huidobro, Cox, Mariana y Cia.- iguala "autoridad" con "autoritarismo". Las psicólogas que la asesoran -rezagadas discípulas del Dr. Spock- la ven una fuente de "traumas". Los que requieren matriculados para conservar cargos o repletarse las billeteras la estiman un escollo. Los progenitores -por cariño a los "nenes"- etiquetan al profesor exigente de "verdugo". Los "rojos" en la planilla suele derivar en conflicto con el Centro de Alumnos. Con ello peligra la renovación del contrato. Entonces, como el "show debe continuar", todos "azules". Ahora Lavín despacha otro proyecto de Reforma. Si apetece un mínimo de éxito que restaure la disciplina escolar. No lo es todo, pero si factor importante
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