Se le ignora en las aulas donde se enseña pedagogía. Lo identifican con una calle o plazuela. Unos pocos, con el nombre de un liceo experimental de Ñuñoa que, aunque fiscal, se volvió siútico. Sin embargo, no sólo es un arquitecto de la emancipación, sino también ilustre precursor de la educación tecnológica. . Ya en el siglo XVIII cuestiona a la Universidad de San Felipe porque imparte una enseñanza ajena a las necesidades del país. Anota, "el exceso de letrados, juristas y teólogos no genera prosperidad".
En oposición a esa Casa de Estudio funda la Academia de San Luis que antecede a la Escuela de Artes y Oficios y, en general, a nuestra postergada educación técnico profesional. Aquel plantel prepara, fusionando teoría y práctica, a los mandos medios de los desempeños que producen riqueza (manufactura, minería, agricultura, vialidad, astillería...) En esa esfera se anticipa a Simón Rodríguez. Uno y otro son en la acción y la doctrina pioneros de una educación para el desarrollo económico.
No son conocidos por quienes preparan a los futuros docentes en las polvorientas Facultades de Educación de las UU del país. En esos ámbitos carentes de raíces y con sobredosis de modas exóticas hacen furor, por ejemplo, Piaget o Vidorgski y se pontifica sobre el constructivismo versus conductismo en medio de un diluvio de fotocopias de textos muy ajenos a nuestra realidad. Es una estravagancia aludir, en ese ambiente descastado, aludir a Manuel de Salas o a Simón Rodríguez.
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