Así conocemos los chilenos -durante los dos primeros decenios del siglo XX- el litigio entre Santiago y Lima. En el XIX había estallado la guerra del guano y del salitre la que -como se sabe- impulsa la elite mapochina coludida con el imperialismo británico. Los agredidos son Bolivia y Perú. En tal confrontación el país de Evo pierde Antofagasta y con ello queda privada de mar. Perú -amén de soportar- cuatro años de ocupación pierde Tarapacá. Arica y Tacna quedan bajo tuición chilena, fijándose fecha para el referéndum.
En tal plebiscito -de modo libre e informado- los habitantes decidirían el destino de ambas comarcas. En el papel todo parece simple. No faltan los eurocéntricos que identifican -a propósito de la guerra francoprusiana de 1870- a Perú como una Francia culta y derrotada y a Chile como una Alemania espartana y victoriosa. Ambas provincias disputadas serían Alsacia y Lorena. Sobran los tenientes Chauvin en uno y otro país. Se sabe que La Moneda le quita el cuerpo a esa consulta ciudadana.
La situación genera olas de "revanchismo" en Perú y de "triunfalismo" en Chile. Esas campañas legitiman enloquecida adquisición de artefactos bélicos y la importación de misiones castrenses primermundistas. Ello en medio de poblaciones -en uno y otra república- acosadas por el desempleo y la miseria y diezmadas por la TBC y la sífilis. Muros de rencor y altanería de edifican en ambos países. La Moneda juzga improbable ganar el plebiscito.
Se opta entonces por la chilenización compulsiva. Peruanos tacneños y ariqueños son objeto de asesinatos y vejámenes. No pocos deportados. Cuerpos armados civiles como la Liga Patriótica Militar imponen el matonaje. Con apoyo solapado de la autoridad de ocupación ganan la calle. La paliza y la pedrada atemorizan a los plebiscitarios peruanos. Se les clausura escuelas y boicotean tiendas. Hay prohibición para los chilenos de cultivar amistad con "los enemigos de la patria".
Esta violación generalizada de los DDHH no encuentra suficiente réplica en los círculos anarquistas y tampoco en el Partido Obrero Socialista que ya en 1924 se convierte en PC. La fuerza antichauvinista y reconciliatoria, de impronta bolivariana y contrapatriotera vendrá de la Federación de Estudiantes de Chile FECH. Esa pequeña burguesía del mundo académico muy influida por el Grito de Córdoba es la única que promueve la paz, el desarme y el fin de la diplomacia secreta.
Esa elite mesocrática aplaude a Haya de la Torre entonces Presidente de la FEP y recibe el aplauso de Miguel de Unamuno que los congratula por oponerse a los mercachifles de la patriotería (sic). Sin embargo, tras ellos está el círculo de los positivistas. Resulta curioso y es un llamado de atención a los revisionistas históricos de nuestra América este hecho. Lo manifiesto porque se debe estar atento a los matices y no caer en el facilismo de las descalificaciones.
Los discípulos criollos de Augusto Comte se la juegan por ese programa que enarbola la FECH. Luis Enrique Lagarrigue y sus familiares así como Carlos Vicuña Fuentes y Jorge Julio y Elizande estropean la unanimidad peruanofóbica de esa época. Aun más, propician desenclaustrar a Bolivia. Denuncian los inauditos atropellos perpetrados en el Norte Grande y, de modo particular, en la dos áreas disputadas.
Esos positivistas publican libros y folletos, dictan conferencias, influyen sobre estudiantes, oficiales y sindicalistas. Hunden, en el surco, la semilla iberoamericanizante. Obtendrán éxito pleno en el ámbito académico y parcial en cenáculos de la juventud militar y nulo en el mundo obrero. Los peruanos de hoy -tan desmemoriados como los actuales chilenos- deben comprender que no son los chilenos sus adversarios de ayer y ahora, sino la cúpula oligárquica.
Mspa previo a la Guerra del Pacífico |
Reeducar en noción de Patria Grande al pueblo suramericano es difícil. Fácil es el "disparo a la bandada" y la frívola generalización. Aquí los peruanos son "traicioneros" y los bolivianos, "cobardes". Allá los chilenos son "ladrones" y los ecuatorianos, "monos". Para los ecuatorianos los peruanos, "gallinas" y exigen les devuelvan Tumbes, Jaen y Maynas. Todas nuestras repúblicas están inficionadas de esa gangrena que es la patriotería.
Entonces al recordar las infamias de "los chilenizadores" de Tacna y Arica se debe también justipreciar a aquellos chilenos corajudos y lúcidos que, inmunes al "triunfalismo", exigen sepultar el hacha de guerra y fumar la pipa de la paz con los hermanos del norte y cerrar, con la reconciliación honrosa, aquel fratricidio de 1879-1884 que enriqueciera a la plutocracia anglomapochina.
El ensayo de esa guerra infausta es aquella que -impulsada por Portales- Chile hace a la Confederación Perú-Boliviana de 1835 a 1839. Sin embargo, tal agresión no conmueve a Lima... Hay ilustres personajes como Pardo y Aliaga, Salaverry, Gamarra y Castilla que integran las dos expediciones que invaden Perú. Se lee en textos que Andrés Santa Cruz es "extranjero" e "invasor"... También allá hay que revisar la Historia.
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