Pocos personajes como éste. Podrá cambiar de nombre, pero siempre es el mismo. Ahora se designa con el quechuismo "nana". En el ayer es la "criada" o la "sirvienta". Después la "cocinera" y la "niñera". La DC, en el apogeo de la "revolución en libertad", la rebautiza como "asesora del hogar". Perdura, sin embargo, aquello de "empleada doméstica" que la "patrona" con su castellano "deshuesado" denomina "l´empliá". Puede ser "puertas adentro" o "puertas afuera". Su desempeño siempre es tema de cotorreo de las "dueñas de casa".
La mujer ve como un suplicio el manejo hasta de un departamento. Exige apoyo externo para hacer frente a esa "lata". Mientras el "caballero" prescinde hace un siglo del "valet" las damas se asfixian con la tarea de administrar el hogar. Delegan funciones en "l´emplia", hoy, la "nana". La relación con ella es oscilante. A veces es la confidente, dama de compañía y cómplice. En su defecto, se le juzga perezosa, "traguilla" o ladrona. Lo cierto es que nuestras Evas necesitan alguien que "tienda" camas, lave platos, asee, crie retoños y de yapa cocine y sirva a la mesa.
La criolla sueña con casarse. Ello supone "principe azul" y casa. Apenas ocupa la vivienda busca artimañas para abandonarla. Su bastón ortopédico es el personaje que anhela sea "sureña". Se escucha: "yo trabajo, ni loca pa´quedarme aquí archivada". Como se debe remunerarla se oye: "esta china indecente gana más que yo si se toma en cuenta habitación y comida". Ahora escasean, pero llegan peruanas, dominicanas o colombianas. Sorprende como empalma lo más arcaico: el servicio doméstico con lo más moderno: la liberación femenina.
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