Gabriel García Márquez novela la
tragedia que, para Bolívar, significa la emancipación. El divorcio con Madrid
trae consigo un fruto tan imprevisto como espurio: el desmenuzamiento de un
cuerpo sociopolítico. La unidad de éste se fragua en 300 años. Mientras EEUU
son apenas 13 enclaves apretujados entre la cordillera de los Apalaches y el
océano, las Indias Occidentales, en cambio,
se yerguen articuladas y prósperas de California a Malvinas y de
Atlántico a Pacífico. Sin embargo, la fragmentación transforma el mapa en un
mosaico de republiquetas empobrecidas, endeudadas y rivales. Ese es el
laberinto del general que Gabo presenta como su íntima hecatombe. Fallece el
Libertador –como se sabe- abrumado por la melancolía y refugiado ¡oh, paradoja!
en hogar hispano de Santa Marta.
El panorama no es de fácil
comprensión. Durante dos centurias las estructuras escolares de cada Estado
enseñaron Historia de Europa –con el marbete de Historia “Universal”- y, si el
programa lo permitía, una Historia “Nacional”. Esta comenzaba de modo frecuente
en 1810 poniendo énfasis en antagonismos con las patrias del entorno. A esta
alienación contribuye la Asignatura de Cívica y, por cierto, las Facultades de Derecho. En tales ámbitos
se aprende de memoria: “el Estado es la nación jurídicamente organizada”. Se
dedujo, de modo instantáneo, “cada república es una nación”. La prensa hizo el
eco y el desquiciamiento terminológico convierte en sinónimos Estado, nación,
país y patria.
La chanfaina conceptual
identifica “nacionalismo” con desprecio, recelo u odio a la república
fronteriza. Aun más, acorde con las instrucciones del Pentágono nuestros
uniformados aprendieron que “nacionalismo” debía entenderse como guerra sin
cuartel a todo lo que oliera a marxismo. También se nutre, cada país, de
chauvinismo etnocéntrico. El laberinto alcanza a la izquierda donde todo
nacionalismo –sin mayor análisis- es fascismo. El sambenito de fascismo lo
padecen, en su momento, el PRI, el APRA, el MNR, el peronismo, el grovismo, el
varguismo... La confusión es de tal envergadura que los viudos criollos del III
Reich se autobautizan “nacionalistas”.
El laberinto
del general conduce a obscuros vericuetos. Alumbrados con un cabo de vela a punto de apagarse por efecto del ventarrón
de la estrategia “confundiólogica” –con suerte- encontraremos
la punta del ovillo que Ariadna obsequia a Teseo para introducirse en la
maraña de túneles y sótanos y, escapando de peligros y sortilegios,
encontrar la ruta. Tales códigos pasan por revertir la tragedia
del héroe que, acosado por los aislacionistas aliados con las macropotencias,
convirten el continente en archipiélago. Allí –al decir de Juan José
Arévalo- “sobre un océano de frialdad flotan errantes veintitantos témpanos
sin conexión submarina y sin común horizonte".
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