Apenas una vez en el año la
expresión “china” posee una connotación benigna. Es en víspera de Fiestas Patrias.
Entonces la maestra básica afanando por dar realce al festejo encarga a los
alumnos tenida de huaso y a las niñas un vestido floreado de “china”. En la liturgia
escolar figura como “número” obligado unas cuecas. Allí aparece la expresión que designa a la pareja del huaso.
Lindo espectáculo aquel visto o vivido por todos, pero sin
continuidad en la enseñanza media.
No obstante, hay un uso cotidiano
del término. Esta impregnado de contenido peyorativo. “China” es la mujer de
calaña plebeya. Todo el desprecio de casta se hace presente cuando la patrona
denosta a la "nana" -palabra quechua- manifestando. “¿Qué se habrá imaginado esta
china indecente?¨ La presunta chei –es decir, “la otra”- del marido
“chinero”, esa maldita “sucu” derivación de sucursal- es para la esposa legal “esa china
infeliz” . “Chinear” es el picafloreo varonil.
La expresión “china” es de uso
campesino sin nexo alguno a la patria de Mao. Alude a la mujer del huaso. Su
origen es quechua. Correspondió a nombre de las “vírgenes del Sol”, vestales
recluidas en los templos incaicos. Obvio, fueron botín del conquistador. El
nombre pasa después a denominar a las mancebas aborígenes que atienden al
encomendero. De allí su uso adquiere un significado cariñoso o despectivo. Así
de mestizas son nuestras raíces.
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