El quirófano para el cirujano, el tribunal para el jurista, el cuartel para el militar, el púlpito para el sacerdote... Se podrá incrementar los escenarios de cada desempeño específico. El del docente es el aula. Allí su ingreso debe ser objeto de acatamiento y por tal motivo los alumnos se ponen de pié. En retribución, no son éstos los que rompen el mutismo, sino el enseñante quien saluda aprovechando el silencio que su ingreso y la actitud de los educandos aconseja.
Son rituales caducos dirá algún cuestionador de lo expuesto. Respondo en efecto son rituales, pero dudo de su caducidad. Su práctica contribuyen a generar- modalidades de cortesía importantes en la vida social. Si fuésemos Robinsón Crusoe no serían necesarias, pero el aula -no sólo es la materia lo valoso- también es un laboratorio del comportamiento gregario. En esas esferas el docente debe ser un modelo. Más educa el ejemplo que la amonestación, la sugerencia, la plática o la perorata.
También es importante que se dé la clase erguido y no sentado. Así quien enseña domina mejor el panorama humano y trata de incorporar al aprendizaje a los discípulos ubicados en las butacas traseras. Lo anotado aquí no figura en los apuntes o libros que se consultan en las Facultades de Educación. Sin embargo, se juzga importante lo sepan y ejerciten quienes consagran la vida al oficio de enseñar, aunque hoy parezcan añejeces dado que se padece un desplome de la disciplina escolar.
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