Interesante la nota atingente al 50º aniversario del PSIN. Sin embargo, esa orgánica brota después de intensa difusión doctrinaria. Lo expreso por mi experiencia en el Buenos Aires de 1960. Concurríamos allí una veintena de becarios mapochinos y otros tantos uruguayos, argentinos "pajueranos" además de peruanos y paraguayos... La invitación había sido formulada por el Consejo Interuniversitario Regional CIR con el patrocinio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA albergada en un caserón ubicado en Viamonte. Allí recibíamos docencia de personajes como Angel Rosemblat, los hermanos Romero, Gustavo Beyhaut y varios otros. Nuestro deslumbramiento comenzó al abordar el avión celeste de AA a retroimpulso. Luego con la fastuosidad de la capital. Después con la recepción en esa Casa de Estudio. Con poco más de veinte años nos sentíamos representando a la República de Chile y no pocos andabamos ya con el corazón inflamado de fe por el proceso capitaneado por Fidel Castro. Veníamos de regreso de un soviétismo que estaba marchito al invadir Hungría las tropas del Pacto de Varsovia. La Habana prometía socialismo con rostro humano y vocación martiana y bolivarista.
En el Buenos Aires de entonces no todo era fiesta manifestado en lecciones recibidas por eminencias, banquetes de bife y las librerías de Av. Corrientes. También había sombras. Proviniendo del entonces civilista Chile nos sorprendió que en la ceremonia académica de apertura ocuparan sitial de honor oficiales de la Armada. En las oficinas de la UBA se aludía a "ese" y a "esa" para aludir a Perón y Evita. Sabíamos -al menos la mayoría- del derrumbe del líder justicialista en 1955 y su asilo en la cañonera paraguaya, pero en esas manifestaciones podíamos olfatear el odio al régimen depuesto. Hicimos amigos y lo mejor de aquel mes de julio de 1960 fueron tertulias que organizadas en el salón del Hotel "Richmond" ubicado en Paseo Florida. Allí concurren -por invitación nuestra- personajes de renombre como Silvio Frondizi, Manuel Gálvez, Héctor P. Agosti, Julio Barcos, Alberto Methol Ferré, Manuel Blas Alberti. Recuerdo que Rodolfo Puigross arriba a la "peña" disfrazado y con guardaespaldas. Olvido a algunos. Quizás Guillermo H. Bolcato que también animaba esos diálogos complemente el comentario. Las sesiones lectivas en Viamonte y estos encuentros con personajes que ahora veíamos de cuerpo presente y ayer eran sólo solemnes libros engalanaban aquella pasantía.
El PSIN derivo del texto de Luis Alberto Rodríguez llegó a fundarse en 1962. Constituye un dato que se lleva el tiempo el cómo me vinculo al PSIN y, de modo más activo, al FIP. Lo curioso es que a las charlas del Hotel "Richmond" no concurren, por ejemplo, Ramos o Spilimbergo. Sin embargo en los quioscos de revistas y periódicos aparecían uno libros muy pequeños de colores diversos sobre tema muy sugerentes. Interesan los títulos y ahora -sin revisar la biblioteca- recuerdo de Carpani "Arte y revolución", "Izquierda nacional y Latinoamérica" de Ferré, "El paso de los libres" de Arturo Jauretche". Por cierto existía otro de Rivera sobre "José Hernández y la Guerra del Paraguay". "Juan B. Justo y el socialismo cipayo" de Jorge E. Spilimbergo. Pertenecían a la Editorial Coyoacan. Quienes ya leíamos entonces sabíamos que ese es el último refugio de Trotski. Junto con tales textos estaba otros de la Colección La Siringa al parecer de la Editorial Peña y Lillo. Se compraban en esos negocios callejeros y es importante el impacto que producen. Lo intuido por la disidencia chilena, estaba hecho doctrina al otro lado de la Cordillera. Allí se conoce a Ramos y se galvaniza -en dupla con Ugarte- la tesis de Iberoamérica como una nación desintegrada.
De modo irremediable -no todos los becarios, pero si varios de ellos- en función de pláticas y lecturas nos asociabamos a algo que dos años más tarde coagula en el PSIN. Mientras tanto leemos en los muros encendidas consignas del moviento "Tacuara" y en todo sitio aparece las inciales PV que significa "Perón vuelve". Ese baño de argentinidad de aula, de calle y de cafetería perdura hasta hoy. Coincide la pasantía con la inauguración de EUDEBA y los primeros volumenes nos son obsequiados por la rectoría de la UBA. Allí aparecen "Martín Fierro", "Recuerdos de Provincia" y otros títulos. Evoco quizás para finalizar este deborde de reminiscencias a que me precipita Luis Alberto Rodríguez el cóctel de despedida. Allí -oh, despilfarro de fe y energía- protagonizo un incidente breve, pero significativo con el rector y y el profesor Beyhaut. Ante ellos aludo a la Revolución Cubana como paradigma. Me invitan a estudiar el fenómeno. a lo cual -sin protocolo- casi vociferante expreso "Basta ya de estudiar, ahora hay que actuar" En el fondo era la ilusión de "los fierros" la que nos había alterado el seso. La vida -suprema maestra- indicará que tenían razón ambos académicos- pues todo proceso político debe analizarse en detalle antes de jugarse la vida por causas que implican virajes, contravirajes y volteretas.
Ese refulgente Buenos Aires, el recuerdo de Perón depuesto orlado de rencores y nostalgias, aquellos desayunos con café de grano y medias lunas, el prestigio de pequeños embajadores de Chile, la solemnidad de la UBA, ese contacto con la inteligenthzia porteña, el encuentro con textos tan iluminadores de Coyoacán y la Siringa, aquel viaje en AA donde -colmo de nuestra condición de austera ruralidad- nada consumimos por temor a un gasto que averiara el exiguo presupuesto, esa amable recepción de los líderes de la FUBA encabezada por Ciria, aquellas clases en Viamonte, la fastuosidad de una Argentina próspera, las tertulias en el hall del "Richmond", las amistades forjadas en aquel mes de julio de 1960 que imaginabamos sólidos puentes entre repúblicas que soñabamos integrar, esa revolución en el Caribe que entusiasma, la Casa Rosada, el Cabildo, el Obelisco y el Tigre, aquella escapada a Montevideo para cocer a Vivián Trías y permanecer minutos en la redacción de "El Sol"... Todos estos hitos son semillas que luego se depositan en el surco del PSIN y después en el FIP. Quizás -como expresa Isidora Aguirre- con esta crónica me permito licencias y omisiones al evocar aquel mes inolvidable. He querido plasmar "una breve narración viva con ese encanto, aroma y brillo que tienen las cosas no tal como fueron, sino como se recuerdan". Agradezco a Luis Alberto retrotraerme a aquella época pasada y siempre actual.
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