Hoy a la "gratuidad" y la "calidad" (ésta nunca definida) se agrega como requisito a la educación escolar la inclusividad. La imponen "expertos" que jamás han enseñado, pues son de escritorio y no de aula.
Eso que el sistema escolar sea inclusivo suprime la "selección". Se debe aceptar a cualquier alumno al margen de rendimiento o conducta. Pareciera que ello apunta a aumentar las facilidades a los "vulnerables".
Esto se liga a una consigna: "todo alumno puede aprender"... El "cómo se enseñe" para que el alumno aprenda es responsabilidad del docente. Quienes somos educadores de aula sabemos que no es así.
La modorra y otros contravalores pueden erradicarse de un plantel, pero siempre que a éste se le devuelvan sus prerrogativas disciplinarias. No se trata de chicote, sino de orden y aseo como requisito.
Se expresa "el eje de la reforma está en el docente", pero -por favor- que se nos reintegren los instrumentos para imponer rigor académico. Así se consigue que los alumnos no se "farreen" la oportunidad de educarse.
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