No se promueve un castellano
relamido y amanerado. Lo solicitado es que los "rostros" de la
"tele" eviten la vulgaridad y la chabacanería en la expresión
oral. Se echa de menos un Julio Martínez, un Raúl Matas o un Juan
Ramón Silva Hurtado.
Sin cortapisas hoy se usan modismos callamperiles y
es frecuente la deficiente dicción en diversos canales. Nadie pretende
convertirlos en aulas. Sin embargo, un medio con tan alto
influjo debe esmerarse en preservar nuestra lengua.
Quienes
hacemos docencia y periodismo gráfico, estamos siendo desautorizados por
"la pantalla chica". El idioma es algo más que estructura lingûistica sujeta a la norma gramatical. Además de instrumento
de comunicación es modalidad organizadora del pensar y vehículo
del sentimiento.
Más que eso involucra vivencia colectiva y es archivo de la memoria
social. Constituye manifestación trascendente de la identidad patria. Si la
TV señala que entretiene, informa y
"educa" debe asumir, como compromiso irrenunciable, su decoroso
manejo.
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