¡Oh, Gran Espíritu cuyo
aliento advierto en la brisa y cuyo calor engendra la vida!
Estoy ante ti... Soy uno de
tus incontables hijos. Como tal, débil y pequeño. Entonces necesito de tu
fuerza y sabiduría.
·
Haz que marche en concordia
conmigo mismo y con mi pueblo.
·
Haz que mis manos respeten
lo por ti forjado: el bosque, el cielo, el fuego, el manantial.
·
Haz que mis ojos retraten los colores del horizonte
en cada aurora.
·
Haz que mis oídos estén alertas a escuchar tu
voz.
·
Haz crecer mi talento para
enseñar a nuestra gente las lecciones tuyas sumergidas en el brote, el sol, la
piedra y el bisonte.
·
Haz que mi energía crezca
para combatir al enemigo interior: el miedo y la pereza.
· Haz que siempre esté presto
para ir hacia ti con las manos limpias, el alma purificada y la mirada recta.
Así –con esos dones regalados- cuando mi
vida se convierta en noche, podré de nuevo estar ante ti, como hoy, erguido y
palpitante.
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(*) Oración atribuida a la tribu siux del actual EEUU.
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