Circula la versión de un
Presidente Allende promocionando -desde Santiago- una diplomacia bolivariana.
En el viejo PS hubo, sin duda, nexos con el APRA y el PRI y cierta vocación
latinoamericanista. Esa tendencia alcanza su nivel máximo con la jefatura de Ampuero
en la postulación del general Ibáñez a la Presidencia. Entonces está Perón en
la Casa Rosada, Vargas en Brasil y se imponen, tras cruentos choques armados,
el MNR y la COB en La Paz. No obstante, en 1970 La Habana ha girado del
demonacionalismo a posturas prosoviéticas y en la UP el influjo del PC es tan
potente que distorsiona el discurso y la praxis de la tienda de Grove. Se hace
moda el “marxismo-leninismo” y La Moneda se matricula en la Guerra Fría
apostando a Moscú.
La diplomacia durante los 1000
días allendistas no posee ningún giro novedoso. Se desplaza al comienzo por los
carriles tradicionales. En 1971 Allende se entrevista, en Salta, con el
Presidente Lanusse. Logro: la Casa Rosada acepta el arbitraje de Londres en el
litigio limítrofe austral y La Haya queda
como instancia apelatoria. Tampoco se observa interés por arquitecturar
un trapecio antimperialista asociando Santiago con Lima gobernada por Velasco
Alvarado, con La Paz donde gravita el
binomio Ovando-Torres y con Buenos Aires manejado por el justicialismo. Apenas
si hay, al comienzo del fin, una gira presidencial a las repúblicas del Grupo
Andino. Sin embargo, ya es “demasiado tarde y demasiado poco”.
El finiquito de más de 20
querellas limítrofes con Argentina una de las cuales –el Beagle puso a Chile y
Argentina al borde de la guerra- no es obra de Allende. Disolver –al
menos congelar- la estructura de mutua desconfianza que divorcia a Santiago con
Lima, tampoco. Negociar una fórmula de armonía con Bolivia en orden a suprimir
el encierro que padece esa república no figuró en la agenda de la UP. Quienes
lo propusimos -envueltos en aquella atmósfera enrarecida por los fanatismos y
las suspicacias- fuimos estigmatizados. Lo importante entonces era el noviazgo
con la Isla de Martí. No obstante, se sabe: la gira de Fidel por todo el país
constituirá para el régimen una lápida y aquella entrevista en el Kremlin con
Brezhnev el epitafio.
El boliviano Néstor Taboada
Terán –entre otros- manifiesta que, en La Moneda de entonces prevalecía un
clima latinoamericanizante. Lo dudo. Nos entrevistamos con el canciller
Almeyda. “Estaba en otra”… oía y no escuchaba, miraba, pero no veía. Se había
“apunado” y participa de “enloquecimiento colectivo” que afectó a la UP y a la
cual alude Isabel Allende Bussi. Hermético e inmutable parecía un moai
encaramado en la cumbre del Aconcagua, pero no inspirado por Bolívar, sino por
Lenín. Su norte, La Habana. Lo demás, inexistente. Insistimos en asambleas.
Cosecha: abucheos y sospechas. Entonces cuando la campaña de “canonización” de
Allende alude a su política exterior bolivariana... es obligatorio desmentirla.
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