Con motivo de reponerse en cartelera el film “Diarios de
motocicleta” un par de comentarios sobre Ernesto Guevara.
Seré –sin duda- acusado de grosero y petulante. Hay quienes no ven al hombre,
sino al ícono siempre inmaculado y en pedestal. Sin embargo, como ser de carne
y hueso registra errores y aciertos, exhibe defectos y virtudes. Resulta tan
negativo estigmatizarlo como canonizarlo. Su vida y obra debe analizarse con
objetividad.
En el ámbito de sus yerros –pese
al influjo de Martí, Haya y Perón-
visualiza a nuestra América como un racimo de naciones y no como una
vasta nación invertebrada. Por eso califica de “luchadores internacionalistas”
a los partisanos del foco de Ñancahuazú. Además, su ingenuidad es confiar hasta
el final en el “campo socialista”. Menos que fidelista, menos que nacionalista
latinoamericano, parece un devoto comunista, un ingenuo secuaz del Kremlin.
Entre sus aciertos está la
crítica al hoy extinto bloque soviético por ajustar, a las normas del mercado
capitalista, su auxilio al III mundo. En la esfera técnico militar figura la
noción de acorralar a EEUU mediante una
pluralidad de focos insurreccionales.
Un país aislado no puede enfrentar al Tío Sam con éxito. Lo tercero es su afán por ligar el discurso con la
praxis. Predica con el ejemplo dando una lección de desnudo heroísmo ¡No es
poco!
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