viernes, 18 de abril de 2014

PROCESO REVOLUCIONARIO Y ESPIRITU CRITICO

Se estima que la crítica es indispensable para asegurar éxito a cualquier experimento renovador. Desde luego se rechazan esas "retractaciones" impuestas, por ejemplo, por la Santa Inquisición o la GPU. Ese es otro naipe en que se suplanta el debate por la represalia. Lo otro es la libertad de exponer al interior de un proceso revolucionario posiciones rectificatorias o discrepantes. ¿Habremos de entender alguna vez que disidencia no es afán de quiebre y menos manipulación del enemigo? La URSS jamás escucha a quienes, siendo filobolcheviques o compañeros de ruta,  osan objetar aspectos de la conducción de Lenín o de Stalín.  Se habrían ahorrado millones de difuntos y luego el derrumbe del Soviet si se posee  elasticidad, pero se confunde disciplina con ciego acatamiento cubriéndose de ignominia a quienes cuestionan la conducción o señalan errores.

El asunto es complejo. Los ensayos revolucionarios son víctimas del acoso externo. Ello genera al interior del país una atmósfera de fortaleza asediada adquiriendo macabra logicidad la "cacería de brujas" que tan magistralmente retrata Arthur Muller. La seguridad -se argumenta- exige disciplina. Sin embargo, la convierten en uniformización y, por ende, se impone la unanimidad. Entonces ¡ay! de quien critique al  jefe del "aparato" o a los caciques intermedios y básicos. Se le visualiza como leproso. En el mejor de los casos: silenciamiento. No es raro  se le arrastre al paredón o fallezca "en circunstancias que investiga la policía". Es cierto que no hay procesos revolucionarios perfectos, pero también es efectivo, todos son perfectibles. Ello exige algo que la burguesía gobernante crea y se convierte en componente de la civilización: la necesaria democracia. La revolución -creo- es compatible con esa saludable cuota de libertad.

No son conceptos simpáticos eso de "democracia" y "libertad" para los bloque nacional y popular. Mas nos seduce la "soberanía", es decir, sacudirnos de la dependencia externa. Por cierto, también la "justicia social", pero aquellos conceptos con que inicio este párrafo se  estiman banderolas del hipócrita progresismo. Suelen encubrir el vasallaje y el afán por torpedear a regimenes que bregan por sacudirse del imperialismo y de la explotación de minorías coludidas con el capital foráneo. No obstante, así como finalmente se le arrebata la bandera patria a la oligarquía y hoy se ostenta orgullosa en las manifestaciones populares pareciera que se debe rescatar como algo propio eso de la "democracia" y la "libertad".¡Ojo! y no sólo cuando se está en la oposición, en las mazmorras o el exilio. Con mayor razón son necesarias cuando por insurrección o por sufragio se ejerce el poder. Así se evitan torpezas, se curan lesiones y se evita el desplome.

Los chilenos con más de medio siglo quedamos muy marcados con la Presidencia de Allende. Se inaugura en 1970, pero ya a mediados de 1972 se comienza a notar una atmósfera de polarización aguda. No sólo eso, sino también un proceso de sectarización al interior de la Unidad Popular. Se registran actitudes voluntaristas expresada en odioso autoritarismo. Se evitan los debates internos argumentando que son debilitantes. Quienes insisten en indicar que se marcha hacia un barranco son acallados. Primero se estima que quienes así opinan "no comprenden". Si estos "obstusos" insisten se les denuncia como "reformistas" o "amarillos". Si porfiadamente continúan con sus enfoques críticos se le lapida con la frase "infiltrados". Los resultados son dolorosos. Al final el régimen se derrumba: Pinochet y su entourage estiman que la resistencia del  allendismo durará seis días. Se equivocan, en sólo seis horas el país es controlado, por eso sorprende el actual panorama hondureño..

Los "infalibles" -denominados "mandos medios"- escudados en el dogma desechan las observaciones críticas.  Apenas estalla el cuartelazo toman las de Villadiego. Dejan al pueblo allendista a merced de los uniformados que, manipulados por la clase dominante, ejecutan la represión de todos conocida. Vuelvo a la semilla de este comentario: es indispensable poner punto final a la doctrina staliniana de lo "monolítico" y a tachar de "fracciones" las que son "tendencias". Se debe, en el contexto de quienes anhelan modificar la vida de nuestras repúblicas, imponer una  cultura democrática que suponga respeto a la opinión de la minoría y establecer mecanismos electorales para renovar cuadros directivos. Hay que distinguir entre los que son "ataques" de la plutocracia despojada de sus privilegios o del imperio que no acepta se le prive de hegemonía y las "críticas" de quienes adhieren al proceso. Lo otro es la guillotina decapitadora, sin distingos,  de "tirios y troyanos" ,   



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