Japón capta temprano el dilema: "tecnologización o sometimiento". Su hermetismo queda roto en 1853 ante la presencia extorsionadora de la escuadra estadounidense del comodoro Perry. En 1868 el mikado aniquila al shogunato. El absolutismo suplanta la feudalidad. El país experimenta un cambio revolucionario. No es una revolución clásica al estilo francés con barricadas, guillotina y republicanización, sino una metamorfosis impuesta de la cumbre a la base.
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El subdesarrollo implica un déficit de ese peculiar "saber" y "hacer" que es la tecnología. El modelo nipón poco analizado por nuestra clase política señala un camino. Es el del desarrollo industrial. Carece de materias primas, pero expende artículos con valor agregado. En cada vehículo japonés hay, por ejemplo, metales de Chile. No obstante la fábrica genera el producto que se exporta. No padece el país el "deterioro creciente de los términos de intercambio".
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