viernes, 18 de abril de 2014

EL TIEMPO (-)

Es el Tiempo, lo escucho, es el Tiempo
que se lleva la luz de las cosas.
El que llena de negras heridas
la pacífica piel de la losa.

Es el soplo que apaga el brillante
que la madre llevaba en la oreja.
Es la sangre del fierro que mana
de aldabones, candados y rejas.

Es el Tiempo que labra su rostro
en el triste perfil de la roca.
Es el Tiempo que chupa los ojos,
y se come la cal de las bocas.

Es la fuerza que ataca a la piedra
y le borra la faz a los ídolos.
Es la mano que llena de tierra
el color de los cuadros antiguos.

Es el hondo vacío que queda
en los pobres rincones oscuros.
Es el ruido de tierra cayendo
tras el viejo papel de los muros.

Es la fuerza que doma los potros
con su fusta de negro destello.
Son los dedos que arañan los rostros
y que arrancan los suaves cabellos.

Es el Tiempo que avanza, es el hueco
penetrando en las duras maderas.
Es el árbol que pierde sus huesos.
Es la forma dejando materias.

 Es el Tiempo que viene en contrario
como el viento que arranca las hojas.
El que seca las húmedas flores.
El que apaga amapolas y bocas.

Es el diario temor, es el dolor
de estar viendo partir lo querido.
Es el robo que se hace a lo Eterno,
es la esencia mortal de lo vivo.

No es la Muerte. Es el Tiempo
agazapado en  oscuros baúles,
conservado entre añejos encajes,
nutrido de terciopelos y tules.

Le escucho sus pasos,
su vacío de andar macilento,
el sigilo tenaz de los ácidos,
su terrible fluido... ¡es el Tiempo!

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(*) Julio Barrenechea
“EL TIEMPO Y LA MUERTE”
Premio Nacional de Literatura


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