En breve nota
publicada en la prensa se informa "los
señoríos étnicos, que buscaban su libertad y estaban hartos de los incas, se
unieron a los españoles y formaron así un ejército masivo de la conquista".
La opinión se atribuye a destacada historiadora cuya obra
conozco insuficientemente. Sin embargo, nada nuevo añade a lo ya
investigado. Dicho de modo folklórico: esa experta aparece inventando de nuevo
el hilo negro. Sin embargo, se debe impedir que, en virtud de la hipnosis
que, seguramente, genera un apellido como el suyo, se la
cite como autoridad en el asunto. Lo cierto es que no sólo en el
Incanato, sino en todo el Nuevo Mundo las mesnadas ibéricas se imponen y
no únicamente por el caballo, la
pólvora y el acero, sino porque se apoyan en conglomerados amerindios. Estos
acuden -como en toda guerra en procura del botín- y para sacudirse de
opresiones centenarias. Solo tardíamente -y en función del elemento mestizo-
las etnias originarias ensayan un Frente Amplio. El mérito corresponde a Tupac
Amarú dos siglos después de Cajamarca.
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No sólo destacamentos
de guías, flecheros e informantes reclutan los conquistadores, sino también
duchos intérpretes. Aprenden castellano y operan como nexos entre los que
llegan y los que están. Son el equipo de auxiliares conocidos como
"lenguaraces". La guerra de Conquista misma cubre un periodo breve.
Eso de los tres siglos de resistencia que opone la Araucanía no pasa de ser un
mito, pues a poco andar las autoridades de la Nueva Extremadura y los toquis
mapuches suscriben -de potencia a
potencia- pactos de no agresión y auxilio mutuo. El mestizaje masivo -fenómeno
antropológico jamás visto en esa proporción- añadirá otro factor de complejidad
a un universo novedoso que origina la presencia de España -y por cierto-
Portugal en América. Este Bicentenario no se
refiere a su gestación, sino a su ruptura con Madrid. Curiosamente esa
Independencia no la plasman los descendientes de los conquistados, sino los
biznietos de los conquistadores. Los indígenas permanecen leales a Fernando VII. Los mestizos, ya mayoría, son apenas espectadores y "carne de
cañón".
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