Enseñé que esa socorrida frase
se origina en el nombre de un cuadro famoso. En la tela –según mi versión- aparece un veterano de la Guerra del Pacifico con su uniforme en
harapos y la mano extendida suplicando una moneda. Sin embargo, la expresión
antecede al conflicto bélico con Perú y Bolivia (1879-1883). Ahora la encuentro
anotada en misiva remitida, a sus hijos,
por el exacanciller Antonio José de Irisarri a sus hijos (1863)
advirtiéndolos de la ingratitud criolla que identifica como “el pago de Chile”.
El dicho,
según indago, se origina durante la
Colonia. Las remuneraciones para el personal civil y militar de la Capitanía
General de Chile proviene del Virreinato del Perú. Las remesas se efectúan vía
marítima. Están sujetas a retardos a causa de tempestades, a pérdidas por
naufragios o asalto de piratas. Tardanzas y extravíos se atribuyen a supuesta
ingratitud de los funcionarios virreinales para con quienes con abnegación, en
el extremo austral del Nuevo Mundo, se juegan “vida y hacienda” por la Corona
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