Una persona –quizás por exigencia del mercado o por coerción de la moda- cursa una
maestría –magister se dice aquí- en Universidad tradicional. 5 materias
y 5 expertos. Una cátedra es de alta complejidad y en el primer certamen las
calificaciones deficientes son abrumadoras. La reacción del alumnado no es intensificar el
estudio, sino culpar al maestro del traspié. Ello con dos argumentos. Uno, el profesor no sabe
enseñar (me pregunto, después de tantos años de escolaridad, esos alumnos
¿sabrán aprender?). La falla estaría en la didáctica.
El otro “argumento”: el docente no sabe evaluar,
pues hay que considerar el rendimiento del grupo-curso para establecer una
mediana. En función de ella “se deben poner las notas”. Falla en la evaluación.
A esa “altura” el catedrático ya está en la parrilla. Si no es “convencido” de
asumir un trato indulgente, será removido o no recontratado. Pareciera que no
nos equivocamos: la sólida estructura académica legada por Bello, Letelier y
Hernández a la chilenidad está en demolición... y no por un asunto de
sueldos magros de quienes enseñan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario