En breve nota
publicada en la prensa se informa "los
señoríos étnicos, que buscaban su libertad y estaban hartos de los incas, se
unieron a los españoles y formaron así un ejército masivo de la conquista".
La opinión se atribuye a destacada historiadora cuya obra
conozco insuficientemente. Sin embargo, nada nuevo añade a lo ya
investigado. Dicho de modo folklórico: esa experta aparece inventando de nuevo
el hilo negro. Sin embargo, se debe impedir que, en virtud de la hipnosis
que, seguramente, genera un apellido como el suyo, se la
cite como autoridad en el asunto. Lo cierto es que no sólo en el
Incanato, sino en todo el Nuevo Mundo las mesnadas ibéricas se imponen y
no únicamente por el caballo, la
pólvora y el acero, sino porque se apoyan en conglomerados amerindios. Estos
acuden -como en toda guerra en procura del botín- y para sacudirse de
opresiones centenarias. Solo tardíamente -y en función del elemento mestizo-
las etnias originarias ensayan un Frente Amplio. El mérito corresponde a Tupac
Amarú dos siglos después de Cajamarca.
Es frecuente -en
función del huracán indigenista- imaginar el mundo precolombino como compacto.
Todo lo contrario aquello fue ultraheterogéneo en la esfera racial,
lingüistica, religiosa y en grados de desarrollo sociopolítico. El Imperio
Azteca oprimía -desde la meseta del Anahuac- a toda la periferia. Esa situación
permite a Hernán Cortés que se le acoja como libertador. Por centenares
acuden guerreros aborígenes a operar como soldados de Carlos V . Francisco
Pizarro aprovecha la guerra civil de naturaleza dinástica entre
"huascaristas" y "atahualpistas" para imponerse sobre un
Estado que no opera al estilo asirio, sino a la usanza romana. El mismo Pedro
de Valdivia dispone de tropa picunche en su guerra contra Arauco. Son esos
milicianos nativos quienes detectan y aniquilan la ofensiva lautarina en
la ribera del Mataquito y el mismo cacique Michimalonco muere en
Tucapel combatiendo por España. Los mapuches carecen de simpatía porque se les
juzga invasores trasandinos. Lautaro -culturalmente mestizo- fracasa
en su afán de generar un bloque panamerindio para oponerse a la ocupación
hispánica. Ello pese a su genialidad de
estratega.
No sólo destacamentos
de guías, flecheros e informantes reclutan los conquistadores, sino también
duchos intérpretes. Aprenden castellano y operan como nexos entre los que
llegan y los que están. Son el equipo de auxiliares conocidos como
"lenguaraces". La guerra de Conquista misma cubre un periodo breve.
Eso de los tres siglos de resistencia que opone la Araucanía no pasa de ser un
mito, pues a poco andar las autoridades de la Nueva Extremadura y los toquis
mapuches suscriben -de potencia a
potencia- pactos de no agresión y auxilio mutuo. El mestizaje masivo -fenómeno
antropológico jamás visto en esa proporción- añadirá otro factor de complejidad
a un universo novedoso que origina la presencia de España -y por cierto-
Portugal en América. Este Bicentenario no se
refiere a su gestación, sino a su ruptura con Madrid. Curiosamente esa
Independencia no la plasman los descendientes de los conquistados, sino los
biznietos de los conquistadores. Los indígenas permanecen leales a Fernando VII. Los mestizos, ya mayoría, son apenas espectadores y "carne de
cañón".
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