jueves, 17 de abril de 2014

CARCEL Y EDUCACION

Al colapso de la estructura escolar, de la salud pública y del Transantiago  se añade el que aflige al inframundo carcelario. Se imponen quienes ablandan la administración de justicia -el síndrome de la puerta giratoria-, los que suprimen la pena capital y quienes -por una piedad mal concebida- insisten en la "rehabilitación" como antagónica a la "sanción". Cada reo implica al Fisco mínimo -mes a mes- $300 mil más atención médica y psicológica. Un privilegio infame para una ciudadanía acosada por el desempleo y cuyos impuestos sostienen esa población penal. Se ensayan  fórmulas para el rescate de ese lastre: teatro, yoga o baile. Se publicitan como opciones "rehabilitatorias". Otros insisten en incrementar la "educación" como vacuna inmunizadora y fármaco curativo.

Están en el error. Aquellos porque un hobbie no facilita la "reinserción" y éstos porque -fieles a una  doctrina castrada de ciencia e imaginación- identifican lo educativo sólo con aula y docente que diserta mientras los alumnos "están en otra". La recompensa estén o no preparados: diplomas de "8º básico" o de "4º medio". Ignoran que el trabajo es eficaz instrumento educativo utilísimo para enmendar conductas desviadas. Se efectúa en terreno y no entre cuatro murallas. La única reforma penitenciaria válida es la implantación del trabajo obligatorio. El malhechor así amortiza su deuda y se educa para reincorporarse a la vida normal. Lo otro es tolerar el ocio que incrementa el vicio mientras se perfeccionan estrategias delictivas y profundiza el resentimiento. 


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